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Informe etnográfico: Ritualidad y simbolismo del Día de Muertos en la cultura yaqui. Síntesis al video del profesor Teodoro Buitimea "Día de muertos y su razón de ser".

"Día de muertos y su razón de ser"

 

En este informe Etnográfico: Ritualidad y Simbolismo del Día de Muertos en la Cultura Yaqui.Síntesis al video del profesor Teodoro Buitimea , titulado "Día de muertos y su razón de ser"

Nos dimos al a tarea de simplificar la información que nos comparte el maestro, para los fines didácticos e informativos que los interesados requieran. Anexando al final, un mapa mental desplegable y descargable para su reconocimiento.

1.0 Introducción: La Conexión Yaqui entre el Mundo de los Vivos y los Muertos

La celebración del Día de Muertos en la cultura yaqui representa un momento de profunda significación espiritual, no como una conmemoración de la ausencia, sino como un período de interacción directa y tangible con los ancestros. Lejos de ser una ocasión de luto, estos días constituyen una festividad en la que se reafirman los lazos familiares y comunitarios a través de la certeza de la presencia de quienes han fallecido. Según la perspectiva del Profesor Teodoro Buitimea Flores, se trata de una realidad palpable en la que "el vivo se conecta con las personas que ya han fallecido", quienes visitan a sus familias durante los Días de Todos los Santos.

El propósito de este informe es documentar y analizar cronológicamente los rituales, el simbolismo de sus elementos y la cosmovisión que sustenta esta celebración única. A través de la descripción detallada de las prácticas que van desde los preparativos a finales de septiembre hasta la culminación en los panteones, se busca contribuir a la comprensión y preservación de este valioso patrimonio cultural inmaterial.

Para comprender plenamente la riqueza de esta celebración, es indispensable examinar primero las raíces históricas y el complejo proceso de sincretismo y resistencia cultural que le dieron su forma actual.

2.0 Raíces Históricas y Sincretismo: La Evolución de la Muerte

Para descifrar el significado de los rituales contemporáneos del Día de Muertos yaqui, es fundamental comprender su trasfondo histórico. Las prácticas actuales son el resultado de un largo y complejo proceso de sincretismo, donde la cosmovisión prehispánica se encontró y fusionó con la doctrina católica introducida por los misioneros jesuitas a partir de 1617. Este diálogo cultural, marcado tanto por la adaptación como por la resistencia, transformó profundamente la percepción y el tratamiento de la muerte, generando un sistema ritual único.

2.1 La Cosmovisión Prehispánica: La Muerte como Ofrenda al Padre Sol

Antes de la llegada de los jesuitas, las creencias yaquis sobre la muerte estaban intrínsecamente ligadas a su panteón divino, centrado en la adoración al Padre Sol y la Madre Luna. La cosmovisión yaqui sostenía que, tras el fallecimiento, el espíritu del difunto permanecía con su familia durante la noche, pero "se retira en el alba".

Este momento de partida marcaba el inicio del ritual funerario original. Al llegar el alba, el cuerpo no era enterrado, sino que "los quemaban". Esta cremación no era un simple acto de disposición del cuerpo, sino una ofrenda sagrada, un acto de restitución al Padre Sol, a quien se entregaba la esencia del ser que había fallecido para completar su ciclo vital.

2.2 La Influencia Jesuita: De la Cremación a la Sepultura

Con la llegada de los misioneros jesuitas, estas prácticas funerarias fueron observadas con recelo, llegando a ser confundidas con actos de canibalismo. Para persuadir a los yaquis de abandonar la cremación, los religiosos utilizaron una poderosa analogía teológica: compararon el fuego de la pira funeraria con el fuego del infierno. Mediante un trabajo de sensibilización, lograron que la comunidad adoptara progresivamente la "cristiana sepultura".

Sin embargo, este cambio no fue una aceptación pasiva, sino un proceso de resistencia y negociación cultural. Un ejemplo contundente de esta resistencia era la práctica de algunos yaquis que, aferrados a su fe en el Padre Sol, desenterraban a sus muertos tras la sepultura cristiana para llevar a cabo la cremación tradicional. De este conflicto surgió una práctica sincrética que perdura hasta hoy: se accedió a enterrar el cuerpo, pero se mantuvo el acto de quemar el vehículo mortuorio, una especie de camilla tejida de carrizo conocida como tapeste.

Finalmente, fueron los propios jesuitas quienes sentaron las bases para la celebración actual al introducir la creencia de que las almas de los difuntos regresarían cada año el 1 y 2 de noviembre. Indicaron a los yaquis que debían recibir a sus ancestros con ofrendas de los alimentos que les gustaban en vida, estableciendo así el fundamento de los altares y el convivio con las ánimas.

El establecimiento de esta nueva temporalidad sagrada hizo necesaria la creación de un ciclo ritual preparatorio para recibir adecuadamente a las ánimas visitantes.

3.0 El Ciclo Ritual: Preparativos para la Llegada de las Ánimas

La celebración del Día de Muertos yaqui está precedida por una meticulosa y prolongada preparación. Estos rituales no son meros preliminares, sino actos espirituales fundamentales que disponen a la comunidad, tanto física como espiritualmente, para el sagrado reencuentro con sus ancestros. El ciclo comienza a nivel doméstico, con un acto de bienvenida que anticipa la llegada de las almas sedientas. A partir del último día de septiembre o el primero de octubre, las familias yaquis colocan una vela encendida y una jarra de barro con agua fresca junto a la cruz del patio de su casa, ofreciendo la primera luz y el primer sustento a los deudos que inician su viaje.

3.1 El Cobat Conti: La Procesión Nocturna del Cráneo

El ciclo preparatorio comunitario inicia formalmente con el ritual del Cobat Conti, que comienza el primer lunes de octubre. Consiste en una solemne procesión nocturna que se lleva a cabo en el atrio de la iglesia. Su nombre, que se traduce como "procesión del cráneo", se debe a la presencia de un cráneo humano real que se coloca sobre la mesa ritual. En esta ceremonia participa toda la sociedad yaqui: el maestro de la iglesia, las autoridades tradicionales y el guerrero coyote, quien hace sonar su tambor de guerra durante el acto.

3.2 El Libro de las Ánimas: Registro Social y Espiritual de la Comunidad

Un elemento central introducido por los jesuitas, y que sigue vigente, es el Libro de las Ánimas. Este libro es un registro familiar meticuloso de todos los difuntos, funcionando como un censo espiritual de la comunidad que será utilizado durante los rezos.

La estructura de este libro es única y refleja la organización social y de género de la cultura yaqui. Se divide en tres secciones o "altares":

• Primer Altar: Dedicado exclusivamente a los varones.

• Segundo Altar: Contiene los nombres de todas las mujeres.

• Tercer Altar: Registra a todos los niños fallecidos.

El sistema de registro es igualmente particular. Las personas no son anotadas con su nombre completo, sino con su nombre de pila seguido del servicio o cargo que desempeñaron en la comunidad durante su vida. Por ejemplo, un hombre llamado Ramón que fue tamborero de las autoridades se registraría como "ramón tan bolero"; una mujer llamada Carmen que fue cantora se anotaría como "Carmen canto ahora". Aquellas personas que no ostentaron un cargo específico son registradas con la designación de "pueblo".

Todos estos preparativos, tanto las procesiones comunitarias como el registro meticuloso de los ancestros, culminan en la creación del espacio sagrado central de la celebración: el tapanco.

4.0 El Tapanco: Eje del Ritual y Símbolo de Resistencia Cultural

El tapanco es el elemento físico y simbólico más importante de la celebración del Día de Muertos yaqui. Es mucho más que un altar de ofrendas; es un microcosmos que fusiona la historia, la fe y la identidad del pueblo, funcionando como un potente símbolo de resistencia cultural donde la cosmovisión prehispánica pervive bajo formas aceptadas por el catolicismo.

4.1 Construcción y Montaje

La construcción se inicia el último día de octubre, un proceso que puede extenderse hasta altas horas de la noche. Se levanta tradicionalmente frente a la cruz que cada familia tiene en el patio de su casa. Su estructura consiste en cuatro horcones de madera clavados en la tierra, sobre los cuales se realiza un tejido con ramas de batamote. La construcción es un acto devocional: el hombre encargado debe realizarla con una actitud de profunda conexión espiritual, evitando distracciones como fumar. Al finalizar el montaje, se tiran tres cohetes al aire como señal de que todo está listo y que las ánimas ya pueden llegar a la casa.

Es crucial la distinción terminológica que hace el pueblo yaqui: la estructura desnuda de horcones y tejido se denomina foso. Solo adquiere el rango sagrado de tapanco una vez que las ofrendas son colocadas sobre ella.

4.2 Las Ofrendas: Nutrición para el Espíritu

Una vez construido el foso, es la mujer de mayor edad de la casa quien tiene el honor de subir las ofrendas para convertirlo en tapanco. Estas se disponen cuidadosamente sobre el tejido de ramas y se dividen en varias categorías:

• Comidas personales: Aquellos platillos y bebidas que el difunto disfrutaba en vida. Los ejemplos incluyen chichi quelites, carne asada, o incluso una botella de tequila Sauza.

• Comidas tradicionales: Platos emblemáticos de la gastronomía yaqui como el wakabaki, carne con chile, frijol con hueso, calabazas con queso, café y atole.

• Ofrendas simbólicas: Platos de barro con pinole y piloncillo, colocados en memoria de los guerreros yaquis que murieron en la sierra durante los movimientos de resistencia.

• Elementos básicos: Nunca falta una jarra de barro con agua fresca para saciar la sed de las ánimas tras su largo viaje.

• El registro de los ancestros: De manera primordial, el Libro de las Ánimas de la familia se coloca sobre el tapanco, vinculando físicamente el registro de los muertos con el sustento destinado para ellos.

La creencia yaqui sostiene que las almas no consumen los alimentos físicamente, sino que se nutren de su esencia etérea o "vapor". Por ello, las bebidas se sirven, las frutas se parten y los cigarros se encienden para que el espíritu pueda disfrutar de su aroma.

4.3 El Sincretismo en Acción: El Fuego Oculto y el Cuerpo Simbólico

El tapanco es un extraordinario ejemplo de sincretismo y resistencia cultural. En su estructura y disposición se oculta una recreación simbólica del antiguo rito funerario prehispánico, resignificado para coexistir con las prácticas católicas.

Elemento del Tapanco

Significado Simbólico (Prehispánico)

La estructura tejida

El tapeste, tapejti (vehículo mortuorio)

La comida y fruta

El cuerpo del difunto

Las velas bajo la estructura

El fuego de la cremación ritual

Con el tapanco erigido y las ofrendas dispuestas, la comunidad está finalmente preparada para los días culminantes de la celebración y la convivencia directa con las ánimas.

 

5.0 La Culminación: La Convivencia del 1 y 2 de Noviembre

Los días 1 y 2 de noviembre, la atmósfera en las comunidades yaquis se llena de una palpable sensación de alegría y respeto. No es un ambiente de tristeza, sino de una sentida certeza de la presencia de los seres queridos, con quienes se convive de manera natural y reverente.

5.1 El Recorrido de los Rezos y la Distribución de Ofrendas

Durante la noche del 1 de noviembre y a lo largo del día 2, los maestros y las cantoras de la iglesia recorren las casas donde se ha levantado un tapanco. Utilizando el Libro de las Ánimas de la familia, rezan los responsos correspondientes por cada uno de los difuntos registrados. Una vez concluidos los rezos, la familia baja las ofrendas y las coloca sobre un petate. Una cantora mayor (yo'owe) realiza la "repartición", distribuyendo equitativamente los alimentos entre quienes oficiaron el ritual.

5.2 El Rol de los Niños: Los Joomo

Los niños, conocidos en este contexto como Joomo, juegan un papel activo y esencial. Su función es ayudar a las cantoras a cargar las pesadas bolsas con las ofrendas que reciben de casa en casa. A cambio de su ayuda, reciben una parte de las frutas y dulces recolectados.

Existe una creencia, transmitida a través de la narrativa oral de los mayores, que enriquece su participación: se dice que las almas, durante su primer año de fallecidas, regresan a la tierra en forma de Joomo para ayudar a los otros difuntos en su visita, convirtiendo su labor en un acto de servicio espiritual.

5.3 El Traslado al Panteón

La celebración culmina el día 2 de noviembre en el panteón. Aquellas familias que no pudieron recibir a los maestros en su hogar, llevan sus ofrendas y su Libro de las Ánimas directamente a las tumbas. Allí, sobre la sepultura, se realizan los rezos, asegurando que ningún difunto se quede sin su conmemoración, una práctica cuya importancia ha sido descrita por el Dr. José Luis Moctezuma Zamarrón en su obra etnográfica.

6.0 Conclusión:

La Convivencia Natural con lo Etéreo en la Cultura Yaqui

El análisis de la ritualidad del Día de Muertos yaqui revela una celebración que trasciende el concepto de la muerte como final. Se reafirma como una festividad de la vida y la continuidad, caracterizada por la alegría, el respeto y la certeza de la presencia ancestral. Es un tiempo sagrado donde el velo entre el mundo físico y el espiritual se vuelve permeable, permitiendo una convivencia directa.

La experiencia sensorial y emocional de estos días es única. Los ruidos extraños en el hogar no son motivo de miedo; por el contrario, la gente se siente privilegiada, pues son la evidencia de que los visitantes han llegado. Los vivos platican con sus difuntos con la seguridad de ser escuchados, fortaleciendo lazos que ni la muerte puede romper.

En última instancia, el tapanco se erige como el símbolo más elocuente de esta celebración. En su estructura se encapsulan siglos de historia, resistencia y espiritualidad. Al representar el tapeste mortuorio, el cuerpo simbólico del difunto y el fuego de la ofrenda, el tapanco no es solo un altar: es una conexión directa hacia el Padre Sol, manteniendo vivas las raíces más profundas de la identidad yaqui.

 

 

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